Hola, voy a contaros un poquito de mi experiencia de plenitud… Soy Flor, “la de los tacones” me llamaban… Mi naturaleza es optimista, pero llevaba un tiempo baja de moral y me propusieron esto. No sé cómo… supongo que Dios lo tenía previsto. Llego tarde al autobús y agobiada… pero todos son comprensivos. Empezamos el camino y yo me preguntaba… Flor ¿Qué haces aquí? ¿Está tu ánimo como para charlas de curas y meditaciones? Llevaba mi rosario y devocionario … ¡equipada iba!
Llegamos a un sitio maravilloso, de jardín, río, claustro… nos mandan a las habitaciones … todo bien … bajamos y empieza la vida en plenitud. En este santo lugar, Don José María nos da la bienvenida y Nati empieza el juego con un ovillo de estambre azul, como Dios, que es azul. Nos lo vamos pasando cruzado y presentándonos… decimos nuestro nombre y por qué estamos allí. Resulta divertido y necesario para conocernos
Hacía frío, pero mi corazón se iba recomponiendo y después: la sopa calentita, el huevo frito con chorizos y torreznos… ¡yo no recordaba cuándo había comido todo eso! Disfrutamos de una cena distendida; unos cuantos ayudaban y recogían y después de cenar… otra vez alegría, risas y bingo. Luego más juerga… eran las doce cuando subimos a la cama.
Sigue haciendo frío… y Juani me pregunta si tengo, pero no… mi corazón está emocionado y encontrando la tranquilidad. Tengo ganas de cantar y bailar y aquí a lo largo de estos días es lo que más abunda. Amanece el sábado y nos encontramos con una charla interesantísima de Lorenzo y Dori. Nos hablan de energía. A nuestra edad esto es muy importante … Diez Mandamientos para envejecer. Me apunto a todos sobre todo al primero “te arreglarás y saldrás todos los días”.
Creo que todos hemos vivido maravillosamente esta plenitud; hemos rezado lo suficiente, las charlas de Don José María han sido sentidas y divertidas, la música preciosa y emocionante, amenizada por Pedro y cantada; yo no conocía a Getsemaní. Y todos los juegos de grupo divertidísimos y estupendos. El último por Peñafiel inolvidable.
Qué río, qué jardines, qué Claustro, qué riquísima comida servida con tanto amor y “la compaña” como dicen en mi tierra… única… No digo irrepetible porque si Dios quiere volveré… somos plenitud. Algo muy sorprendente… aquí ninguno se queja, no hay dolores ni lamentos… todos estamos fenomenal y … ¡a seguir así por muchos años!
Con mi amor y agradecimiento
Flor