Carisma y Espiritualidad

Carisma y Espiritualidad Pasionistas

Memoria Passionis

Como Carisma de la familia pasionista podemos identificarlo como la búsqueda de la unidad de nuestra vida y de nuestro apostolado en la Pasión de Jesucristo. Ésta revelación del poder de Dios, que penetra el mundo para destruir el poder del mal y edificar el Reino de Dios.

Llamados a tomar parte en la vida y en la misión de Aquel «que se anonadó a sí mismo tomando forma de esclavo» (Flp 2,7), en asidua oración contemplamos a Cristo que, al entregar su vida por nosotros, revela el amor de Dios a los hombres y el camino que también éstos deben seguir para llegar al Padre.

Esta contemplación nos hace cada vez más capaces para manifestar su amor y ayudar a los demás, de modo que ofrezcan su vida con Cristo al Padre. Nuestra participación en la Pasión de Cristo, que ha de ser personal, comunitaria y apostólica, se expresa con un voto especial. Por él nos comprometemos a promover la memoria de la Pasión de Cristo con la palabra y con las obras, a fin de propagar un conocimiento más efectivo de su valor para cada hombre y para la vida del mundo.

Por este voto nuestra Congregación ocupa su puesto en la Iglesia y se consagra plenamente a cumplir su misión. A la luz de este vínculo vivimos los consejos evangélicos, procurando cumplir el voto en la vida diaria. Así, nuestras comunidades tratan de convertirse en fermento de salvación dentro de la Iglesia y en medio del mundo. Y cada uno de nosotros vive la memoria de la Pasión de Cristo según las exigencias de los tiempos actuales

Espiritualidad Pasionista

 

La espiritualidad pasionista se basa en cuatro pilares fundamentales que nos heredó San Pablo De la Cruz, estos nos ayudan a encarnar el carisma de la Memoria Passionis en la vida cotidiana: Pobreza, Soledad, Oración y Penitencia.

La pobreza, según San Pablo De la Cruz, debía ser el estandarte bajo el cual debía militar toda la Congregación (Reglas XIII), hoy podemos concebirla como el desapego a todo aquello que podamos poseer para dedicarlo al servicio de la misión del Reino, especialmente de los más necesitados.

La Soledad para San Pablo De la Cruz debía ser geográfica, física-espiritual, es decir, la comunidad pasionista debía encontrarse al menos cinco kilómetros de distancia del centro poblado más cercano, por ello la nominación de nuestras casas como “Retiro”, además debían tener los retiros los espacios necesarios para propiciar el distanciamiento de otros recintos y personas para favorecer el retiro personal de cada pasionista, es decir, que este alejarse del mundo geográfico propiciara una mayor unión con Cristo.

Actualmente son pocas las comunidades pasionistas que se encuentran retiradas geográficamente, pero la Soledad sigue siendo un pilar fundamental para nuestra espiritualidad, entendida como un distanciamiento crítico respecto a los criterios y proyectos del mundo (Const. 54)  del mundo externo, de todo aquello que en el mundo actual nos hiperconecta.

San Pablo De la Cruz estimaba la oración como el lugar donde el pasionista aprendía y crecía en la perfección religiosa y la santidad (Reglas XXI), con la renovación el concilio vaticano II, la oración mental se fortaleció como fundamento y medio eficaz para configurarnos a Cristo Crucificado, con su muerte y resurrección, para poder anunciar a los demás aquello que previamente hemos contemplado (Const. 50).