El Pasado 27 de febrero hemos celebrado en nuestras comunidades la fiesta del San Gabriel, Sonrisa de Dios. En una de sus cartas distingue dos tipos de alegrías: la que nace al tener a Dios en lo profundo del corazón y la del mundo. La primera es para toda la vida, la segunda, efímera. Una alegría que brota del corazón, como lo señala Lc en el Evangelio del VIII domingo del T.O “de la abundancia del corazón habla la boca”.
La alegría es ese fruto de esa gracia de Dios en san Gabriel. Una alegría que produjo buenas y excelentes obras, de las cuales cientos y cientos de personas se beneficiaron. El mayor beneficio de ellas fue que muchos, por medio de esa alegría, se han acercado a Dios. Una alegría que, como dijo el arcángel Gabriel a María, proviene al estar el alma llena de la gracia de Dios. Una mayor alegría inundaba a nuestro santo al experimentar que Cristo se había entregado por la humanidad, en su Pasión y que por ella se ha obtenido la salvación de las almas.
Que el testimonio de la alegría de san Gabriel, marcada por la gracia de tener a Dios en su corazón, nos ayude a ser buscar esa alegría que brota de Dios.